Pedro Muerza Chocarro es psicoanalista del Instituto de Psicoanálisis de Pamplona y miembro de la Escuela Abierta de Psicoanálisis y de Iniciativas para el Diálogo.
Una de las características del discurso capitalista en el que vivimos es que deja de lado las cosas del amor. ¿Qué quiere decir eso? Muy sencillamente que, si no hay amor en cualquiera de sus gradaciones, entonces el semejante, el otro, sólo me sirve para provecho propio de tal manera que cuando ya no puedo sacar ningún beneficio de él, lo expulso de mi vida con un “ahí te quedas”.
Además de los grandes desequilibrios económicos conocidos, el discurso capitalista ejerce una presión sobre los ciudadanos a quedarse encerrados en casa con los objetos técnicos: televisión, ordenador, etc.; “dedícate a tus asuntos y olvida a los otros” aparece como un imperativo difícil de desobedecer produciendo la ruptura del vínculo social con sus efectos en las relaciones personales que se convierten en efímeras y acaban llevando al aislamiento, a la tristeza y al silencio.
Ante este panorama tan crudo y desolador, el único consuelo es comprobar que la solidaridad se recupera y desarrolla en las familias, que sus vínculos se refuerzan de nuevo al tener que hacer frente a situaciones de gran desprotección, como está ocurriendo diariamente con los desahucios.
Si nos sentimos indignados ante los desahucios es porque constatamos que dejar a alguien sin casa es una brutalidad, es una manera despótica del “ahí te quedas”, ya te saqué lo que quería y como ya no me sirves: ¡fuera!